Determinismo indigesto

Durante el verano de 1666, el estudiante regresó a Woolsthorpe para ayudar en la granja familiar. Deseoso de leer los volúmenes prestados de la biblioteca, ya había ubicado la sombra perfecta bajo un gran manzano. Sin embargo, la llegada de una inesperada tormenta desbarató sus planes de lectura al aire libre.

Su tía, para levantar los ánimos del muchacho, le preparó una tarta con los frutos que la tormenta había tirado al suelo. El joven Isaac Newton, tras habérsela zampado de una sentada, se percató de que el contenido de su estómago se empeñaba en ir en sentido contrario al de la gravedad. Y es que una de esas manzanas, destinada a iluminar un nuevo orden en la ciencia, no iba a permitir que su inspiración se perdiera por una casualidad.



Esta entrada participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia con el tema #PVserendipia

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